¿Heredamos la felicidad?
Desde una perspectiva científica, la felicidad no es un «rasgo» que se herede de manera directa, como el color de los ojos o el grupo sanguíneo. Sin embargo, la investigación en genética y neurociencia sugiere que ciertos factores relacionados con la felicidad tienen una base hereditaria, aunque también están profundamente influenciados por el entorno y las experiencias personales.
La base genética de la felicidad
Estudios en gemelos han mostrado que aproximadamente un 40-50% de nuestra predisposición a la felicidad puede estar relacionada con factores genéticos. Esto no significa que «heredemos la felicidad», sino que ciertos genes pueden influir en aspectos como:
- Niveles de neurotransmisores: Genes asociados con la serotonina, la dopamina y la oxitocina (a menudo llamados «las moléculas de la felicidad») afectan nuestra capacidad para experimentar placer y bienestar.
- Rasgos de personalidad: Algunas características, como el optimismo o la resiliencia, tienen componentes genéticos y están relacionadas con cómo percibimos y respondemos al mundo.
El rol del ambiente y la elección
Aunque los genes marcan una influencia, el entorno (educación, cultura, relaciones sociales) y nuestras elecciones juegan un papel igual o incluso más importante. Investigaciones sugieren que:
- 10% de la felicidad se relaciona con circunstancias externas como ingresos, salud o lugar de residencia.
- 40% o más depende de nuestras actividades, actitudes y cómo interpretamos lo que sucede.
Esto sugiere que aunque tengamos una «línea base» de felicidad en parte influida por los genes, podemos modificar nuestra experiencia de felicidad a través de hábitos como la gratitud, el ejercicio y la conexión social.
El famoso «set point» de la felicidad
La teoría del set point (punto de ajuste) dice que cada persona tiene un nivel básico de felicidad al que tiende a regresar después de eventos positivos o negativos. Este nivel está influenciado por genética, pero no es inmutable: con prácticas constantes y un entorno positivo, se puede modificar con el tiempo.
Conclusión
Así que, sí, heredamos una especie de «predisposición» hacia ciertos niveles de felicidad o formas de manejar las emociones, pero no estamos atados a ella. La felicidad es como un jardín: tus genes pueden ser el tipo de suelo, pero tus decisiones y experiencias son las semillas y el cuidado que lo hacen florecer.
Referencia: Lyubomirsky, S., Sheldon, K. M., & Schkade, D. (2005). Pursuing Happiness: The Architecture of Sustainable Change.