La altura de la felicidad

Por Marcelo Augusto Pérez *

“felicidad no necesita ser transmutada en belleza, pero la desventura sí.” J. L. Borges

Como todo lo que atañe al sujeto, el concepto de felicidad es cultural. Sin embargo, los tiempos que corren, ciencia mediante, traen noticias de altura: parece ser que se ha descubierto que las personas de estatura más alta son las más felices. La novedad surge, como siempre en estos casos, a partir de estadísticas: lo que les sucede a muchos, lo que está bajo la campana de Gauss. Leer que la felicidad está en la probabilidad de los “más altos” no sólo puede llevarnos a un sentimiento naïf de la ciencia y a pensar cómo se la banaliza, sino que, me parece y ante todo, raya con esas otras teorías que aportan manuales de felicidad por doquier: sabemos que si los laboratorios pudiesen vender la droga-de-la-felicidad (y el famoso woodyallesco Prozac tuvo ese mote), se agotaría en segundos. ¿Quién no desearía que se garantizara esa búsqueda infinita?

Demócrito definió la felicidad como “la medida del placer y la proporción de la vida”, o sea como el mantenerse alejado de todo defecto y de todo exceso (Fragmentos, 191, Diels). De cualquier modo, felicidad e infelicidad pertenecen al alma (Fragmentos, 170), ya que sólo el alma “es la morada de nuestro destino” (Fragmentos, 171, Diels). El antiguo Hegugesias negó la posibilidad de la felicidad, precisamente por el hecho de que los placeres son muy raros y efímeros. Platón negó que la felicidad consistiera en el placer y, en cambio, la consideró relacionada con la virtud. Ya sea como virtud, como inteligencia (Plotino), como placer (Locke), o como altruismo (Russell), el concepto ha tenido virajes importantes. Kant, más cerca de Freud, declaró la imposibilidad de la realización de la felicidad (Crítica del juicio), ya que la satisfacción total es utópica.

Freud (El malestar en la cultura) declaró: “¿Qué es lo que los seres humanos mismos dejan discernir, por su conducta, como fin y propósito de su vida? ¿Qué es lo que exigen de ella, lo que en ella quieren alcanzar? No es difícil acertar con la respuesta: quieren alcanzar la dicha, conseguir la felicidad y mantenerla”. Y también Lacan (Seminario 7, clase 22, “La demanda de felicidad y la promesa analítica”) comenta: “He ahí, entonces, lo que conviene recordar en el momento en que el analista se encuentra, en suma, en posición de responder a quien le demanda la felicidad. Demandarle la felicidad; él no puede olvidar que esto, ancestralmente, para el hombre, plantea la cuestión del soberano bien y que él, el analista, sabe que esta cuestión es una cuestión cerrada. No sólo lo que se le demanda, el soberano bien, él seguramente no lo tiene, sino que sabe que no lo hay; porque ninguna otra cosa es haber llevado a su término un análisis sino haber asido, reencontrado, haber chocado rudamente con ese límite que es donde se plantea toda la problemática del deseo”.

Freud había propuesto una definición categórica y puntual en 1898 (Carta 82 a Wilhelm Fliess): “Te incluyo en ésta mi definición de la ‘felicidad’ (¿o ya te la conté hace tiempo?). La felicidad es el cumplimiento diferido de un deseo prehistórico. He aquí por qué la riqueza nos hace tan poco felices: el dinero nunca fue un deseo de la infancia”. Y, en la Carta 107, de 1899: “Ese hombre halló la felicidad cuando descubrió el tesoro de Príamo, pues la felicidad sólo es posible merced al cumplimiento de un deseo infantil”.

Así, el sentimiento de felicidad parece albergar algo en el orden de lo originario, de lo histórico, del re-encuentro. Y ofreció esa definición varios años antes de escribir, en Tres ensayos para una teoría sexual (1905), que todo encuentro con el objeto es propiamente un re-encuentro. Por eso Lacan (Seminario 7, clase 1) dijo: “Seguramente Freud no duda –no más que Aristóteles– que lo que el hombre busca, lo que es su fin, es la felicidad. Cosa curiosa, la felicidad (bonheur) en casi todas las lenguas se presenta en términos de reencuentro (Tykhê); hay allí alguna divinidad favorable. Felicidad es también para nosotros ‘augurio’, es también un buen presagio y también un buen reencuentro, pues hay un sentido objetivo en augurio”.

El mismo Lacan dirá, sin embargo, que el sujeto es siempre feliz: a nivel pulsional, en lo que conocemos como goce, hay siempre satisfacción. La pulsión, en su recorrido, siempre se satisface; pero el deseo (ahí está todo el problema) por definición quedará insatisfecho: la histérica, que lo descubre y lo padece con su sintomatología, no hace más que decirlo a gritos. El obsesivo, con su deseo impotente, o el fóbico, con su deseo prevenido, no hacen más que cerrar el círculo neurótico que hace a la propia insatisfacción de la estructura.

* Psicoanalista. El texto es un fragmento del trabajo que lleva el mismo título.

Texto publicado en página/12, 27/11/2008

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Raimon Panikkar : Felicidad

“Sapiens beatus est” (“EL Sabio es feliz”), dijo Cicerón explicitando una idea poco menos que universal. Algo innato en el hombre le impele hacia la felicidad sin necesidad de saber previamente lo que es- aunque pronto se descubre que la satisfacción de nuestros impulsos primarios no la produce necesariamente. Nos percatamos lentamente de que sólo el amor satisface nuestro dinamismo hacia una plenitud que constantemente se nos escapa. Esta ansia de felicidad es sed de infinito. Y lo infinito no se consigue nunca -lo volveríamos finito.
Los sinónimos de felicidad se cuentan por docenas prácticamente en todas las lenguas: gozo, dicha, placer, alegría, satisfacción, euforia, júbilo, etcétera. Cada palabra con sus connotaciones y etimologías iluminantes. Hemos escogido “felicidad” por su relación con fecundidad y frutos; esto es, como expresando la plenitud y por tanto perfección de la persona, sin especificar lo que es ni dónde se encuentra, sino sólo en cuanto algo que, venga de donde viniere, surge de nosotros mismos, es también nuestro fruto. Feliz es quien produce fruto, aquél cuya vida es colmada, plena. La felicidad puede ser un don, puede venir de fuera, pero debe igualmente surgir de nuestro interior, debe colmar nuestro ser. Este anhelo es constitutivo del hombre. Hay en nosotros una sed de felicidad.
No nos contentamos con proyecciones gratuitas de deseos insatisfechos. Nuestro lenguaje tropieza constantemente con el enigma del universo, y las palabras enigmáticas recubren con los mismos vocablos lo que quieren decir, son literalmente enigmas. El sentido del misterio es inherente al lenguaje secular. Llevado a su último término, es un lenguaje místico.
Dejemos de nuevo la palabra a un poeta, Nietzsche en este caso:

Shild der Notwendigkeit!
Höchstes Gestirn des Seins!
das kein Wunsch erreicht
das kein Nein befleckt,
ewiges Ja des Seins,
ewig bin ich dein Ja:
denn ich liebe dich, o Ewigkeit!

Escudo de la necesidad!
Máxima constelación del Ser!
que ningún deseo alcanza
que ninguna negación mancilla,
eterno Sí del Ser,
eternamente soy tu Sí:
pues yo te amo, Oh Eternidad!

O, como lo hace decir a Zarathustra:

O Mensch! Gib acht!
(…)
Die Welt ist tief,
und tiefer als der Tag gedacht.
Tief ist ihr Weh-,
lust- tiefer noch als Herzeleid:
wech spricht: Vergeh!
Doch alle Lust will Ewigkeit-,
will tiefer, tiefer Ewigkeit!

Oh hombre! Presta atención!
(…)
El mundo es profundo,
pensado más profundo que el día.
Profundo en su dolor-,
placer- más profundo que el dolor del corazón:
el dolor dice: pasa!
Pero todo placer quiere eternidad-,
más y más profunda eternidad.

 

Cuál es la canción más feliz del mundo, según la ciencia

AUTOR : Jacob Jolij

AÑO : 2015

TÍTULO ORIGINAL DEL ARTÍCULO :  Queen’s Don’t Stop Me Now is the top feel-good song of the past 50 years… and a scientific formula has proved it

NOMBRE DE LA REVISTAdailymail

Ver artículo original (en Ingles)

RESUMEN DEL ESTUDIO

El doctor Jacob Jolij, neurocientífico cognitivo de la Universidad de Groningen, en Países Bajos, ha hallado una fórmula que revela qué canciones son las que mejor nos hacen sentir más felices, recoge el diario Daily Mail.

ecuacion

Sin embargo, a pesar de que cada persona posee gustos musicales diversos, Jacob Jolij, un neurocientífico cognitivo de la Universidad de Groningen, en Holanda, se propuso investigar una gran variedad de canciones para poder determinar cuáles son las canciones más felices del mundo. Para hacerlo, ideó una fórmula para calcular la felicidad que produce una canción, realizó una encuesta entre 2 mil personas y examinó los temas con puntuaciones más altas en cuanto a compases por minuto (obeats per minute, según su definición en inglés), ritmo, el análisis de las letras y el temática. “

“El patrón fue muy claro: el tempo promedio de una canción para ´sentirse bien´ (de 140 a 150 compases por minuto) fue sustancialmente más lto que una canción pop promedio donde el ritmo promedio es de alrededor 118 compases por minuto”, señaló el especialista. Con estos cálculos, la canción que lideró la lista y ganó por sobre todas fue “Don´t Stop Me Now de Queen, del disco Jazz de 1978.

Jolil sostuvo que “una canción feliz es algo muy personal porque la música está relacionada con la memoria y la emoción y esas asociaciones son las que determinan férreamente se la canción te va hacer bien o no”. Sin embargo aclaró que hay ciertas características que transforman a una canción es una melodía infalible pero, más allá de las aclaraciones de que las letras positivas son importantes, el descubrimiento indica que una canción que contenga más de 150 compases por minuto produce subconscientemente una sensación placentera y de felicidad.  

Letras felices, un buen tempo y un buen ritmo son las claves, según este neurocientífico, de un “hit feliz”. Habiendo determinado entonces la combinación perfecta, Jolil desarrollo el top ten de las canciones más felices de los últimos 50 años.

Top ten de las canciones más felices del mundo 

 
 
 

Los tres tipos de felicidad que existen y cuál nos proporciona mayor placer

AUTORES : Aaron C. Weidman y Elizabeth W. Dunn

AÑO : 2016

TÍTULO ORIGINAL DEL ARTÍCULO :  The Unsung Benefits of Material Things, Material Purchases Provide More Frequent Momentary Happiness Than experiential Purchases

 

NOMBRE DE LA REVISTA : Social Psychological and Personality Science

Ver artículo original (en Ingles)

RESUMEN DEL ESTUDIO

Según los autores de la investigación, los profesores de psicología de la Universidad de British Columbia (Canadá) Aaron C. Weidman y Elizabeth W. Dunn, existen tres tipos de felicidad:

1. La felicidad anticipatoria: aquella que experimentamos ante la perspectiva de que vamos a comprarnos algo.

2. La felicidad momentánea: la que vivimos en el momento en que disfrutamos de algo.

3. La felicidad crepuscular: aquella de la que gozamos cuando recordamos una vivencia.

Según los investigadores  Weidmann y Dunn se dieron a la tarea de estudiar qué generaba mayor felicidad momentánea : si las experiencias o bien comprar un bien material.

El estudio fue realizado de una muestra de 67 individuos le dieron a cada uno 20 dólares  y los dividieron en dos grupos, los primeros compraron experiencias. Los segundos compraron un bien material y les preguntaron a los participantes del estudio sobre su felicidad percibida. Los que compraron experiencias tuvieron una felicidad momentánea más intensa. Y los que compraron bienes materiales tuvieron una felicidad más frecuente, incluso semanas después. Las compras materiales tienen una ventaja que no se ha reconocido, aseguran los autores, ya que proporcionan episodios más frecuentes de felicidad momentánea semanas después de que se haya adquirido. Y al medir la felicidad total proporcionan mayor satisfacción en conjunto.